SEAN BIENVENIDOS, si has llegado aquí, todo pasa por algo. "No existe mejor siquiatra en el mundo que un cachorro lamiendo tu cara" Gracias por estar.

20/8/08

"Mia Samira"

Siento que tiran baldes con hielo sobre mi cuerpo, mi piel se eriza...mis ojos, hinchados; mi mente, en blanco…

Cuando supe que vendría al mundo, la esperé con ansias pensando que pronto haría a mi madre feliz al ponerla en sus brazos, el destino quiso que mi madre partiera de este mundo el 3 de Marzo del 2001. Mi alma se llenó de dolor, nada me sacaba hacia la superficie, me veía caer en un hoyo sin fondo, a pesar de estar siempre acompañada por mi familia, así y todo la soledad se apoderó de mí, vivía gritando en mi pensamiento el nombre de mi madre, comencé a vivir mi duelo, hasta que el día 9 de Marzo del 2001, Mikaela, empezó con anuncios de parto, le preparamos su cuna para que pudiera traer al mundo sus cachorros tan esperados. A los minutos nació una hembrita, era tan pequeñita, tan diminuta, tan frágil y débil.

Mientras su madre seguía en proceso de parto, Daniela intentaba alimentarla para que pudiera sobrevivir.

Pasaron las horas, Mika seguía en trabajo de parto, cada vez le costaba mas, yo veía que algo no andaba bien. Llamé a su veterinario Dr. Víctor Villablanca, encontrándose fuera de la ciudad, me fuí urgente a otra clínica, me sacaron dinero y más dinero por tomar ecografías y verificar así, lo que yo les decía: que había otro cachorrito que no podía salir. No hicieron nada. Cuando llega en la noche el Dr. Villablanca, le cuento lo sucedido, me cita a su clínica, me hace pasar: cesárea.

Logró sacar al cachorrito, pero ya venía en malas condiciones. Asís, falleció al día siguiente, está enterrado en mi antejardín.

Desde ese día supe que la perrita que había sobrevivido no sería de nadie más que “mía”. Así fue como la llamé Mía, Mía Samira...que significa mi alegría. Fue ella la que cambió mi tristeza por alegrías.

Empezó a crecer junto a su madre, Mika, eran las dos maravillas que iluminaban mi mundo.
Era un gusto verlas correr por mi casa jugando, ver que cada vez que Mika tomaba leche, Mía se aprovechaba para colgarse de su alimento.

Ya no tan solo Mikaela dormía con nosotros, también Mía. Un día la dejé encima del sillón, y Mía por seguirme, con tanto ímpetu va y se tira, quedando inconsciente, sacamos el auto de prisa y nos dirigimos a la clínica. Diagnóstico: tec cerrado, por golpe en la cabeza…logró sobrevivir. Desde ese día nunca más intentó tirarse de ningún lado. Al año siguiente fallece su madre, mi hermosa Mikaela, atendida por el Dr. Villablanca. Falleció producto de un paro cardiaco por dosis excedida para su peso. Mikaela, pesaba 1.8 kilo. Esa fue la última vez que el Dr. Victor Villablanca atendió a mis perros, y más encima tuvo el descaro de cobrar por su consulta. Otra la vez la muerte me llevaba de la mano.

Mía quedó tan sola sin su madre, que desde entonces pasó a ser la "guagua" de mi casa. Era todo para nosotros. Tan pequeñita, tan indefensa, que nadie se explicaba como una perrita que pesaba apenas 800 gramos y medía diez centímetros, podría ser tan inteligente con tan minúsculo cerebro.

Un día paseando por Algarrobo, un señor se acerca al auto, y me ofrece quinientos mil pesos por Mía, quedé estupefacta, mi perra no tiene precio, respondí...empecé a cuidarla con mas ahínco, no la dejaba nunca sola en lugares públicos, jamás le sacaba mis ojos de encima, la protegía de todo lo que pudiera hacerle daño. Era tan dependiente de nosotros, tan especial como ella sola, siempre tan única como su madre. Toda nuestra casa giraba a su entorno, si se quedaba arriba del sillón, de las camas, de las sillas, o del auto, ella se comunicaba para que alguien la bajara, si se quería ir a acostar o comer, hacía lo mismo...para todo se comunicaba en su lenguaje. Quién dijo que los perros no se comunican?...que gran equivocación, ellos siempre se han comunicado con nosotros, solo que muchas veces somos nosotros que no sabemos ver, porque sencillamente no queremos.

Mía, fue ganándose cada uno de nuestros corazones, especialmente el de Basilio quién se trasformó en su amo y padre, pasó a ser su todo para ella, y ella sabiéndolo así, también sacaba su partido dentro de tanto amor que éste le entregaba. Cuando llegaba mi esposo, Mía lo sentía llegar, salía de su cunita corriendo a esperarlo, se hacía la chiquitita entre medio de los demás para poder ser la primera en que la tomaran. Logrado esto, en brazos de su amo, le lengüeteaba su cara, con la sola intención de morderle su nariz, luego se quedaba tranquila esperando que Basi se sentara a comer para que la tomara en sus brazos y cenaran juntos en la mesa. Cuando viajábamos, ella siempre a nuestro lado, siempre llamaba la atención de quienes la veían, por su tamaño, por su forma de ser, por ser ella nada más. Un ser pequeñito demasiado importante para nosotros, y eso que para algunos era solo un perro. Todos los demás perros nuestros la respetaban, ella era la primera y pobre de que alguien la mirara feo, Mía mostraba sus dientes, bastaba eso y el perro se alejaba.

En la playa Mía, peleaba porque la dejaran sobre la arena para irse al lado de Basilio, y eso que ser tan pequeñita le daba sus problemas, como que al correr, sus ojitos se llenaban de arena, gran parte pasaba en nuestros brazos. Cuando Basilio se iba a acostar, siempre decía: me voy a acostar, y Mía al escucharlo, "mandaba" que la bajasen del sillón, a su orden, el que estaba a su lado tenía que obedecerle, la ponía en el suelo y ella a cien por hora corría tras su amo para ir a acostarse, pero antes iba al papel de diario a orinar…solo faltaba que se lavase los dientes.

Muchas veces fue mi cómplice cuando me veía comer algo a escondidas, se ponía frente a mí para que le diera, y pobre de mí si no le daba...jajaja, hasta gritaba con la sola intención de echarme al agua, entonces yo me agachaba, le daba un poquito y se callaba. Cuando almorzábamos y no la tomábamos en cuenta, empezaba a carraspear con su garganta, parecía que le daban ataques, como las llamadas pataletas infantiles, hasta que alguno de nosotros la subía en brazos...ahí se quedaba tranquila.

Para bañarla, entibiaba el agua en el lavaplatos y con el máximo cuidado, evitando que el shampoo y el agua le entraran en los ojitos y oídos, la secaba con su toalla y luego rápidamente con el secador, empezaba por las patitas, era muy friolenta. Había que hacerlo rápido. En invierno, en esos días ultra fríos, luego que mi familia salía a sus labores, me dirigía a la cocina a buscar la bandeja con mi desayuno y llevarlo a la cama, ella al verme comenzaba a dar vueltas por toda la cama, contenta, como diciendo: que rico, que rico…!

Junto a todos mis perros tomábamos desayuno, y para que les cuento cuando llegaba la hora de levantarse, medio escándalo que hacía…se metía entre medio de las sábanas para que no la pillarán…y cuando tenía que hacer la cama, yo estiraba la ropa hacia atrás, entonces Mía me retaba y tironea que tironea la sábanas, terminábamos jugando y dándonos besitos.

Por las noches siempre soy yo la última en acostarse, ella salía del lado de Basilio, me ladraba despacio retándome como diciendo: ¿por qué no te venías a acostar?...a la hora que vienes...luego se encogía de hombros y se metía en mi cuello, que maravilloso era sentir su respiración tan cerca de mis oídos, su suave y tibia naricita en mi piel. Al recordar… ¡cómo no volver a sentirlo, mi Dios!...es casi imposible.

Un día mirándonos ambas a los ojos, le digo: Mía…haz un viejito. Para que ella supiera lo que era un viejito, yo cierro mis ojos una y otra vez, hasta que de repente la veo a ella hacer lo mismo. Mía, digo, pudiste…y me la comí a besos. Luego le digo: un viejito mas laaaargo…y yo quedo con los ojos cerrados unos minutos, la miro, y Mía está haciendo lo mismo que yo…

Desde aquel día cada vez que Mía quería conseguir algo, me miraba y cerraba sus ojos una y otra vez. Cómo me iba a ser la tonta, si yo misma le había enseñado a comunicarse conmigo. No hubo día que no le dijera cuanto la amaba, y Mía respondiéndome, bajaba sus párpados lentamente como diciendo… yo también…en su lenguaje de ojos.
Mia Samira era lo máximo en mi vida. Jamás estuvo enferma, ni siquiera un resfrío, hasta que un día no tuvo ánimo de levantarse, lo mas extraño era que no quería comer, y al tocarle su guatita se quejaba. Sin pensarlo dos veces la llevo al nuevo veterinario que se hacía cargo de mis perros, la examina, le toma radiografía y diagnóstica piometra, debiendo ser operada de urgencia. Confiando en Dios y en él, no me quedaba otra que aceptar. En ese momento mi cuerpo angustiado, sufría por verla en esas circunstancias. Había que esterilizarla lo antes posible. Mía, tan pequeñita, desvalida e indefensa, tendría que sufrir ante los dolores post operatorios, si es que sobrevivía. Los ochenta mil pesos que me cobró por la cirugía eran la nada misma comparada con la felicidad de tenerla conmigo, viva. Dejé todo de lado, para cuidarla lo mejor que podía, sin dejarla ni un segundo, si antes le aguantaba todo lo que se le ocurría, imagínense después. Desde ese día Mía pasó a estar "prestada" para nosotros. Ya eran seis años de su vida que disfrutábamos , el doble de vida de Mikaela, y eso ya era un gran premio en mi vida. Agradecía cada día que ella lograba vivir. Desde la operación nunca volvió a ser igual. Se le sentía de repente algo de ruido en sus pulmones que luego pasaba.

El 24 de Mayo, de este año, Mía se levantó de mala gana, otra vez su guatita hinchada, sin querer comer, era extraño. Me recomiendan supuestamente la mejor clínica veterinaria “Bon Amie” ubicada en Avda. Macul 2506. Me voy en forma urgente esperanzada que ahí van a descubrir de inmediato lo que tiene ya que atiende una veterinaria especializada en razas pequeñas, pero justo ese día no se encontraba, me hicieron pasar y Mía fue examinada por la Dra. Patricia, quién diagnosticó infección estomacal, le inyecta antibiótico, y le receta para la casa Baytril en comprimidos, un cuarto cada 24 horas, recomendándome muy especialmente que se le hiciera un destartraje que en su Clínica costaría aproximadamente $ 55.000 con anestesia a gas. Era irrisorio, Mía solo tenía cuatro dientes, y el cobro era para un perro normal. Me despido, paso a cancelar el valor de la consulta $ 15.000, incluido el remedio inyectado. Confiada me dirijo a la farmacia a comprar el antibiótico. Lo primero que me pregunta para quien es?, yo respondo es para mi perra, a lo que me dicen…¿Por qué en comprimidos si es tan pequeñita?...Debió ser en jarabe.

Estuvo con antibióticos durante los siete días, yo seguía viendo que no estaba bien, luego la llevé casi en contra de mi voluntad a otro veterinario, quien le pidió un perfil bioquímico, se hizo, quedando demostrado que era una colestasia, una fuerte inflamación al hígado, seguí las indicaciones del médico a ojos cerrados y al pie de la letra, se puso a régimen especial, solo podía comer pollo y arroz, mas sus medicamentos Proteliv en gotas y Tolt 12 jarabe. Poco a poco se iba restableciendo, su ánimo, volvió a ser el de siempre, pero yo veía que bajaba de peso y al salir de su camita le costaba levantarse, me volví a preocupar, la llevo donde el veterinario que la había operado para que me sugiriera que hacer. La examina, y me dice: Solo hay un veterinario especialista que puede hacer algo por ella. El Dr. Cataneo, de la Universidad de Chile. Pídale una hora urgente para que le examine la columna. A los dos días la llevo donde el Dr. Cataneo, le hace tomar radiografías en forma urgente. Me pregunta…¿que médico la vio la primera vez? Le cuento. No es posible que no se hayan dado cuenta.

Mi Mía ya no es capaz de mantenerse sola. Diagnostico: enfermedad degenerativa en los huesos, rótulas no funcionan. Pocas posibilidades de ser operada para intentar restablecer la firmeza de sus piernas. No hay probabilidad que quede bien, por lo pequeñita que es, es casi imposible una operación, solo sería hacerla sufrir. Si esto lo hubieran detectado el mismo día que fue llevada a la clínica en Macul, habría tenido otro diagnóstico. Con pocas esperanzas, se le inyecta corticoides para ver su progreso, con la intención de seguir haciéndolo el mes siguiente. Mía estaba desahuciada. Llegaría el día en que no se pararía más de su cama, lo que sucedió al día siguiente. Mía nunca mas se levantó sola, nunca más la veríamos correr, encima de mi cama, por la orilla de la playa, o a la puerta a esperar a Basilio que llegase del trabajo. Desde ese día nosotros cuatro, pasamos a ser sus piernas, sus brazos. Ella seguía comunicándose para darnos a entender lo que necesitaba. Cada vez que quería algo, levantaba su voz y corríamos a ver que era. Avisaba para que la lleváramos al baño, la tomábamos con cuidado, le poníamos una fajita que la pudiera sostener e intentar mantenerla de pié para que lograra hacer sus necesidades, luego la secábamos, limpiábamos sus patitas, le hacíamos cariño y la devolvíamos a su cama, desde ahí hacía de las suyas. Le preparaba su comida, pechuga con arroz y verduras, le llevaba el pocillo a su camita, que alegría verla comer, como le hacía chupete con apenas sus cuatro dientes, con que ganas sus ojitos me miraban y me decían que me amaban. Te amo Mía, te amo tanto, le repetía una y otra vez, y ella como si supiera cerraba sus ojitos laaaargo, y yo me la comía a besos y caricias. Se me hacía tira el corazón de solo pensar que llegaría el momento en que no avisaría más sus necesidades, no importa, me decía a mi misma, le pondré pañales, mientras este comiendo, hay vida, pero llegaría el día en que dejaría de comer, y yo tendría que darme la valentía que no tengo, para hacerla dormir obligada. Me decía a mi misma...mientras yo esté viva, mi Mía esté comiendo y comunicándose, no lo haré. La semana pasada se resfrío, estuvo con antibióticos, fueron noches sin dormir, noches de sentirla que sus pulmones eran una olla de porotos, dormía entre mi esposo y yo, para que en caso de necesidad uno de los dos se diera cuenta. Cuando no podía dormir, le gustaba que yo le cantase:

Esta niña linda, no quiere dormir…quiere que le traigan, flores del jardín.

Mientras las lágrimas caían por mis mejillas, yo cantaba y cantaba. Bastaba que yo terminara de hacerlo, Mía se quejaba,como llamándome la atención, entonces yo reía…para volver a cantarle y ella volvía a estar bien…fueron noches largas sin dormir, pero que importaba, si ella estaba feliz de que la regaloneáramos, de saberse amada…segura, a pesar de su estado de salud.

Cuando íbamos al camino, ella era la primera en gritar que quería ir, siempre le gustó andar en auto, daba unas fiestas al salir, pero al volver hacía un escándalo que ni les cuento, para no bajarse del auto. Recorría con nosotros todo el camino, acostada en su cama, bien abrigada para que no fuera a sentir frío. Que gusto daba verla, mientras yo subía y bajaba alimentando, ella se entretenía mordiendo con sus esquivos cuatro dientes, uno de aquellos cartílagos en forma de huesitos comprado a Don Roberto. Yo tenía esperanzas que pronto estaría bien. El miércoles 20 de Agosto, por la mañana, a mi esposo le correspondía ir a terreno a trabajar, entonces yo voy de chofer, y de pasadita llevo a la Mía para que nos acompañe, se distraiga y así no está sola. Vamos saliendo de casa cuando llega Magda, Mía la ve y le guapea, hasta le ladra…todos nos reímos porque era una maravilla verla lo bien que se encuentra. En el trayecto, ladra, come, toma agua, orina…pasamos todo el día trabajando, hasta me dí el tiempo para pasar al Santuario de Lourdes a dar gracias por su salud, y al estar frente a Jesús le doy gracias y le digo: no hagas sufrir a mi Mía, prefiero que te la lleves antes de verla sufrir. Dejo las velas encendidas, y me vuelvo al auto donde me espera Basilio junto a Mía que duerme placidamente. Sin hablarle, me dirijo a casa luego de haber terminado nuestra labor. Vamos llegando a casa y le digo: Mía vamos llegando a casa, no vas a gritar. Todo silencio, mi esposo se había bajado a abrir el portón, entro el auto, le vuelvo a conversar, no me responde. Miro hacia el asiento de atrás, la veo respirar con dificultad, prendo la luz, la tomo en brazos y grito…abre el portón, vamos al veterinario, rápido, rápido…viene mi hija, Daniela la examina y le dice: Mía, ándate…ándate tranquilita, tu mami te está esperando. La tomo en mis brazos…mis lágrimas parecen ríos fluyendo por mis ojos… mientras le cuento que adonde irá la espera un mundo muy lindo, un arcoiris de cientos de colores…la incito a que se vaya para que lo conozca, que no tenga miedo, allí la estarán esperando su mamá Mikaela, sus hermanos de familia: Reina, Jujú y Firulai… que un día nos volveremos a encontrar…que le dé saludos a todos mis perros que ya partieron, cuando…

Mía falleció en mis brazos a las 20 horas del día 20 de Agosto de 2008.



Cuando yo parta de este mundo para irme al tuyo, te buscaré entre todos los perros del paraíso, bastará que ubique ese chaleco rojo que tanto te gustaba...serás la primera que encuentre.

TE AMO MIA SAMIRA...No habrá tiempo ni espacio, que te borre de mi vida.



Marcela Opazo Castro


"Un perro no tiene por que andar en la calle solo, debe salir a pasear tirado de una correa de la mano de su dueño, de lo contrario se convierte en un perro callejero."

"A las puertas del cielo"


En honor a todos los perros que un día su destino estuvo junto al mío.
Que he tenido el honor de "haberlos domesticado", mas me parece que fue al revés. Feliz de que lo hayan hecho conmigo.

                                                                      
Preguntó el Principito al zorro...¿Que significa domesticar?
Significa "crear lazos"
Eso es lo que yo hago con los perros.

Aprendí a crear lazos. 

Desde ese día crear lazos con ellos, ha sido maravilloso, ojala que muchas mas personas aprendieran hacerlo. Les cambiaría la forma de ver la vida, y a los animales.

Para todos ellos.


"A las puertas del cielo" 

Autor :  Marcela Opazo Castro 

Hoy llegué a las puertas del cielo,
después de que nos dijimos adiós.
Empecé a extrañarte terriblemente,
porque te oí llorar al fondo del patio,
aquel patio que miles de veces nos vió jugar,
y escuchó nuestras risas en el viento.

Al entrar al cielo,
vi a un ángel que me llamaba con su mano,
pero yo no quería, tenía que volver a saber que te pasaba.
El ángel me invitaba a entrar al cielo,
entonces le pregunté si podía quedarme afuera a esperar tu entrada.
"Veras que no haré ruido, le dije, no ladraré ni aullaré,
solo esperaré aquí pacientemente,
a lo mas cuando me aburra jugaré con mi pelota de tenis,
contaré estrellas y luceros".
El Ángel dijo que si,
que podría quedarme aquí a esperar tu llegada.

No quiero que llores por mí,
yo estoy bien, sueño con tu venir.
Se que no seré el único que te espera,
pero de una cosa estoy seguro,
seguiré esperándote hasta que llegues.
Mi estadía en la tierra fue maravillosa
y no imagino un cielo sin ti.
No te preocupes si te demoras,
aquí no existe el tiempo,
un año será como un segundo,
aunque un segundo sea como un año,
seguiré esperando.

Se que no te olvidarás de mí,
ni de los otros que ya entraron.
Seremos miles de nosotros esperándote,
pero a mí me verás primero,
estoy en la entrada de la puertas del cielo.
Nunca tuve un gran porte,
fui como tantos mas,
pero verás mis ojos
que iluminarán tu llegada y sabrás que soy yo.

 
Te espero,
no lo olvides,
sentado en el suelo
en las puertas del cielo.

Marcela Opazo Castro.
Autor 

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Sus recuerdos siempre estarán presente.
La muerte no es más que un sueño y un dormir eterno.
Mientras estén en nuestros corazones, siempre estarán vivos.

Este escrito lo escribí cuando tenía trece o catorce años, lo mandé a través de una carta  al primer concurso realizado por la Revista Mampato, nadie de mi familia sabía. Mi padre acostumbraba a comprarnos dicha revista para estudiar.  La revista salía los días miércoles, cuando llegaba mi padre del trabajo, con su típico maletín de cuero negro, con mi hermana nos peleábamos quién le quitaba primero el bolso para sacar la revista, pero ese día mi padre me la pasó a mí, sonriendo me dijo, la felicito.  Mi cuento había ganado el 1er. premio de la revista "Mampato".   Mi cuento estaba publicado en esa edición.  Con el tiempo, le arreglé o mejoré algunas palabras. Es de mi autoría. No me vengan a decir que son otros los autores, es imposible, es mío.  Muchos lo han ocupado para hacer videos, y jamás han pagado derechos de autor.

Mi cuento  ganador  se lo dediqué a mi "Yimi". 1971. Fue mi segundo perro, era pequeño, tipo pastor, entero de color blanco.

La foto la tomé en uno de mis viajes hacia nuestro bello sur de Chile, camino a Osorno. Fíjense en las nubes, que les da la imaginación. Es ahí cuando yo me digo, que Diosito pinta el cielo para mí, y lo llena de nubes hermosas que dejan un mensaje.




"Un perro no tiene por que andar en la calle solo, debe salir a pasear tirado de una correa de la mano de su dueño, de lo contrario se convierte en un perro callejero."

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