Era una niña cuando me llevaron a ver la pelicula "La pasión de Cristo", con las mejores intenciones de mis padres para conocer esa hermosa sala cinerama Santa Lucía. Aun recuerdo la escena que nunca comprendí, por lo menos tuvieron que pasar varios años para conocer y valorar su significado. Ver la cara de Jesús diciéndole a su padre por que me has abandonado, quedó en mi retina, el dolor de esa mirada triste en mi cara se llenó de lágrimas.
Quise escapar de mi propia mente para no sentir ese abandono.
Llevo en mi piel marcas invisibles de miradas sigilosas abandonadas e inocentes de tristeza pura.
Dentro de todas esas miradas, un día me encontré con una.
Mirarle a los ojos me perturbó. Quise alejarme, pero fue mas fuerte.
Había tanto abandono en aquellos ojos apagados, haciéndome participe de una historia de años colmados de soledad silenciosa, maltrato de pareja detrás de la puerta, sufrimientos ocultos callados imperdonables.
Traspasé la barrera de esa tristeza cargada de soledad y abandono.
Sentí el miedo en aquella mirada sin brillo, sin dignidad. No todos los miedos suelen ser iguales, ni tienen la misma intensidad. Sintió miedo, miedo enfrentar el fracaso de una relación atormentada por años, miedo a la responsabilidad de los hijos y al que dirán, a no ser capaz económicamente salir adelante, tantos miedos resumidos en uno solo, "miedo al abandono".
Su cabellera de blancas canas denotaban descuido, vejez.
Su mirada vestía de abandono.
La miré de frente y a escondidas de manera muda, sufrí el abandono en que se encontraba.
Sentí pena, esa pena de sentirse menospreciada.
Entonces me comprometí conmigo, asistirla, mirarla, reconocerla, valorarla, devolverle la confianza, permitirle sensibilidad, darle tiempo para el juego, el buen humor que escondía, el amor incondicional en una amistad, y lo mas importante, la seguridad de ser mujer.
Me propuse conociera la otra cara de la medalla, la de una persona feliz, segura, de ojos transparentes contagiando alegría, aquella alegría de vivir bebiéndose gota a gota en un segundo, la vida.
Los días fueron pasando, mis palabras escritas la alimentaban.
Día y noche pendiente del aire que respiraba.
Si vestía de negro, o caminaba lento haciendo sonar sus tacos altos por el medio de la calle.
Su primer llamado telefónico, era magia camino al colectivo.
Asi empezó su mundo a vestirse de colores.
Poco a poco resurgía de las cenizas encontradas, palabra tras palabra,
sentimientos de amistad llenaron sus noches vacías.
Las madrugadas volaban buscando la luz del sol,
y sus ojos se iluminaron en la noche mas oscura,
queriendo bajar del cielo con una escalera, la luna llena.
La pequeña niña abandonada en su mundo se reencontró en escritos.
Empezó a soñar, y querer llevar sus sueños a la realidad.
Su abandono de mujer, fue quedando atrás.
Sus labios volvieron a sonreir.
La vida estaba de vuelta gracias a "esa persona", vestía de colores sus días grises.
La mariposa revoloteaba en su mente caminos desconocidos por conocer.
Descubrió un mundo donde la podían quizás valorar.
Nadó sin saber contra la corriente,
sus días oscuros de abandono quedaron atrás.
Sin importarle que el silencio de aquel despegar dañaría
a quien mas amó,
a quién le devolvió la vida.
El tiempo pasa, todo se lo lleva.
Llegará el día que darte cuenta de lo sucedido fue un acto de amor, fe y de confianza extrema entre dos almas que se amaron.
Darte cuenta que tu deuda es demasiado grande para olvidar.
Los intereses aumentan cuando no se cancelan.
Darte cuenta que le fallaste a quién decías amar.
Aquella mariposa sin pensarlo dos veces, te devolvió a la vida.
25/7/13
"Darte cuenta"
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